
«Los tiempos del tabaco eran mucho más estresantes»
Los veteranos de las planeadoras de Aduanas explican cómo se adaptaron a los cambios que introdujo el narcotráfico
Autor:
Jorge Casanova
Valoración de la noticia 1 , 2 , 3 , 4 , 5 , (1 votos) Envíando datos... Espere, por favor. Gracias. - + Enviar Imprimir Volver «Hay que navegar a cincuenta nudos entre las olas y las piedras para saber lo que se siente. Es algo que no se puede explicar». Es fácil encontrar este argumento entre los agentes de Aduanas que cumplen su servicio a bordo de las planeadoras que vigilan la costa gallega; es uno de los primeros que exponen. Aunque estén acostumbrados, no se cansan de recordarlo. Y eso que ahora esas carreras suicidas ya no son el pan nuestro de cada día, como en los tiempos del tabaco: «Yo recuerdo persecuciones de varias horas detrás de una embarcación, en las que terminabas agotado. Y era una noche, y otra, y otra. Ahora, las operaciones no duran más de media hora y, en cuanto nos ven, echan el barco a varar y salen corriendo». Hay un evidente toque de nostalgia en las palabras del veterano patrón de una de las planeadoras del SVA. Pero no acepta el término rutina : «Aquí no hay rutinas, hay presencia».
Hace años, en una de esas persecuciones suicidas, en mitad de la oscuridad, saltando sobre las olas y esquivando las piedras, la lancha de Aduanas se partió contra una roca. Unos minutos después, la planeadora de los contrabandistas se acercó hasta los restos del naufragio y uno de ellos gritó: «¿Estades todos ben?». En vista de que no había heridos, la embarcación reanudó la marcha para desembarcar el tabaco. Es una leyenda que corre por el servicio y que nadie se atreve a asegurar, pero que todo el mundo ha oído; un emblema de los viejos tiempos. Más estresantes, sí, pero más jóvenes.
-Se están ustedes haciendo viejos.
-Ellos también.
La extinción de la marinería
Al patrón no le gusta mucho hablar sobre eso, pero es evidente que la legendaria marinería gallega está casi extinguida y el fenómeno rige para todos. Para los buenos y para los malos, ahora que los papeles ya están perfectamente fijados: «De aquella, estábamos mal vistos, los contrabandistas contaban a veces con el apoyo de la gente. Eso hoy no pasa. El narco se esconde porque no tiene apoyo social».
Con apoyo o sin él, los narcos han ido cambiando de estrategia, renovando las rapidísimas planeadoras por otras que han perdido velocidad pero han ganado autonomía para llegar más lejos a recibir la mercancía. Hasta las Azores. Son embarcaciones más planas, más difíciles de detectar para un radar. Ya no pretenden escapar por velocidad sino burlar la vigilancia.
¿Y cuando se escapan? «Ufffff. Eso jode mucho», bufa el patrón de la lancha aduanera. «Pero se escapan muy pocas». Los aduaneros saben que la coca entra porque los datos lo confirman: «Sí, es un poco frustrante que siga habiendo tanta. A lo mejor estamos perdiendo el partido, pero si es así, le garantizo que la culpa no la tiene el portero». Los barcos con los que patrullan salen prácticamente cada noche y tienen una capacidad de movimiento muy amplia. De Tui a Ribadeo, siete lanchas chequean la costa gallega con sofisticados aparatos de visión nocturna y radares: «Nuestro servicio tiene que ser lo mejor de lo mejor».
Los mejores del mundo
Se enorgullecen los patrulleros de su trabajo: «Muchos países estarían encantados de disponer de un servicio como el nuestro, pionero en operaciones transoceánicas, capaz de decirle al mundo que es posible intervenir un barco en medio de ninguna parte... Está mal que lo digamos nosotros, pero somos los mejores». Para llegar hasta ahí, el jefe de la base, otro agente veterano expone la clave de todo: «Primero tenemos que ser profesionales del mar y luego convertirnos en aduaneros».
La charla se agota, la tripulación se prepara para salir. Un patrón, un jefe de máquinas y dos observadores en este caso. Les esperan horas de vigilancia en la oscuridad, con un mar a punto de cabrearse y el viento frío de enero que se mete en los huesos. Hace 15 años, esa patrulla tendría la juerga prácticamente asegurada. Esa noche, las posibilidades de jugarse el bigote a 50 nudos saltando por la ría son bastante menos, aunque nunca se sabe. La angustia previa siempre existe, aunque ahora sea menor. A cambio, si se cobra, la pieza es más satisfactoria: «No cabe duda de que te sientes mejor tras evitar que miles de kilos de cocaína vayan a las calles», admite el patrón.
La noticia ha sido sacada de la voz de galicia.
Asi es como se lucha hoy en día contra el narcotráfico.
holaaa vanessa essa essa!!!
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